Todos tenemos alguna herida que se haya creado en la infancia. Usualmente sin quererlo nuestros padres y la misma sociedad en la que crecemos nos hace negar a nuestro niño interior, y lo que sucede en estos casos es que cuando a ese niño no se le da la crianza, el cuidado y el amor que es necesario nos lleva a desarrollar ciertos comportamientos en nuestra vida adulta que nos hacen vivir como víctimas y experimentando dificultades emocionales.
Estas heridas emocionales que parten desde la infancia se van volviendo traumas emocionales, que pueden llevar a desarrollar ansiedad crónica, miedo constante, confusión, el sentirse vacío e infelicidad.
Por supuesto que no todo el mundo ha sido maltratado o abusado cuando fue niño, sin embargo el hecho de que cuando somos pequeños nuestro cerebro requiere de nuestras figuras de autoridad como nuestros padres o maestros para que nos traduzcan el mundo con sus propios ojos, es muy posible que haya situaciones que no pudimos procesar adecuadamente.
Las situaciones difíciles que se viven en la familia, los accidentes, los divorcios y cosas que pueden impresionar a un niño hace que sin lugar a dudas la mayoría de nosotros tengamos algún residuo o alguna emoción que se ha quedado ahí atormentándonos o alguna emoción que no hemos procesado.
Pero sí es importante que te diga, que lo cierto que es que los niños requieren amor de calidad y en grandes cantidades, así como cuidado y una apertura al manejo de sus emociones, que la mayoría de nosotros no tuvo.
Es difícil estimar este número, pero Chris Winfiled en su libro “Healing the Child Within”, menciona que en base a esto cerca del 80% al 95% de las personas no recibieron el amor, ni los cuidados ni la orientación necesarios para crear relaciones personales sanas de manera consistente, ni para sentirse bien consigo mismos y con lo que hacemos siendo adultos.
Qué son las heridas emocionales
El trauma genera emociones, y a menos que procesemos estas emociones en el momento en que ocurre el trauma o cualquier hecho que nos haga sentir atacados, se quedan estancadas en nuestra mente y cuerpo. En lugar de curarse del evento de la herida, el trauma permanece en nuestro cuerpo como energía en nuestro inconsciente, afectando nuestra vida hasta que lo descubramos y lo procesemos. El flujo saludable y el procesamiento de las emociones angustiosas, como la ira, la tristeza, la vergüenza y el miedo, son esenciales para la curación del trauma infantil en la edad adulta.
La respuesta más saludable a las heridas emocionales de la infancia también es la más rara: cuando el trauma ocurre por primera vez, podemos reconocer el daño que ha causado a nuestro sentido de identidad, sentimos las emociones naturales que siguen y luego nos podremos dar cuenta de que lo sucedido no dice nada sobre nosotros personalmente, no nos define y por lo tanto no le damos un significado negativo y podemos dejarlo ir.
Pero debido a que las emociones como la ira y la tristeza son dolorosas, además de que se nos enseña a pensar que son malas, y porque llorar o confrontar a otros a menudo no es socialmente aceptable, este proceso no ocurre automáticamente. En cambio, crecimos suprimiendo nuestras emociones, en lugar de sentirlas y procesarlas, tratamos de esconderlas, pensando que así se van a ir.
Es importante reconocer que, como niños el procesamiento de emociones es aún más difícil, tan solo porque nuestro cerebro está en desarrollo, la corteza prefrontal que es la encargada del manejo emocional no termina de desarrollarse sino hasta los 21 años o más tarde. Por lo que, si dependemos de otros para traducir y procesar esas emociones, y aceptamos que socialmente no tenemos un enfoque en ese desarrollo emocional, entonces lo más seguro es que tengamos problemas como niños y adolescentes en reconocer y procesar dichas emociones.
Cuando somos niños, esas cosas que como adultos tal vez nos parezcan tontas o sin sentido, para un niño no lo son, en realidad para un niño son sumamente importantes. Un acontecimiento que como adultos podemos dejar ir fácilmente, como niños puede hacer un daño duradero.
Ahora imagínate que esas heridas emocionales van contigo durante la edad adulta, gran parte de ellas están guardadas en tu subconsciente y este hace que actúes, pienses y hables de cierta forma que demuestra ese dolor, esa idea de que no vales o esa necesidad de sentirte aprobado o amado por otras personas.
Nuestras heridas son a menudo las aberturas hacia la mejor y más hermosa parte de nosotros.
Las 5 heridas emocionales de la infancia
Los problemas experimentados en la infancia pueden afectar nuestra calidad de vida como adultos. Además, pueden influir significativamente en cómo interactuamos con nuestros propios hijos, nuestras relaciones de pareja, nuestra autoestima y el cómo enfrentamos la adversidad.
Lise Bourbeau, una autora que reside aquí en Québec, Canadá se ha especializado en dar una contexto espiritual y emocional de las enfermedades para sanar y curar nuestro cuerpo físico. En francés, se ha acuñado el término la descodificación de las enfermedades y en español se ha vuelto muy conocido Enric Corbera como proponente de la bioneuroemoción. En particular, Lise Bourbeau menciona que las principales heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia tienen el poder de dar forma a nuestra personalidad y así nuestras experiencias como adultos. Ella las identifica como cinco heridas principales.
Cada vez que como niños sufrimos algún tipo de herida, vamos tomando una personalidad, es decir adoptamos una máscara que nos ayuda a protegernos para no ser dañados de la misma forma. Pero esto indica que dejamos que el miedo, el dolor y nuestra personalidad enmascarada guíe nuestra vida.
Las cinco heridas más comunes con la máscara que la acompaña las detallo a continuación:
Qué tanto utilicemos esa máscara y qué tanto la tengamos identificada como nuestra personalidad o que pensemos que somos así, está directamente relacionado con lo profundo que haya sido la herida. El problema es que si es muy profunda esa herida, quiere decir que en realidad estamos sufriendo, sin importar si somos conscientes o no de ello, en nuestro interior esa herida ha dejado una marca profunda y por lo tanto más y más usaremos esa máscara para evitar ser lastimados de la misma forma.
Estas heridas no solo forman nuestra personalidad, sino que también están directamente relacionadas con la forma en la que nos relacionamos con los demás y desencadenan ciertas enfermedades.
1. El Rechazo
El rechazo es cuando alguien rehusa estar contigo, alguien que no te quiere cerca o no desea estar contigo. Como se puede ver, el rechazo es de las heridas más profundas que podamos sufrir, pues en realidad demuestra una persona que se siente rechazado en su interior y que además siente el rechazo directamente en su derecho a existir.
Esta herida es de las primeras que se pueden sufrir, en muchos casos hasta antes de nacer y por lo tanto forma parte de tu vida. La mecánica de protección ante esta herida es la huida.
Cualquiera que sufra esta dolorosa experiencia se siente indigno de afecto y comprensión, y se aíslan dentro de su interior vacío, temerosos de ser rechazados. Los que han sido rechazados como niños tienden a convertirse en adultos evasivos.
Esta persona que huye se caracteriza por ser un adulto que duda de tener el derecho de existir, y esto también se ve reflejado en el cuerpo y su postura. Una persona que huye puede tener una postura con los hombros hacía adelante, los brazos casi siempre pegados al cuerpo. El rostro y los ojos pueden ser pequeños. Suelen tener problemas cutáneos, como si inconscientemente evitarán que la gente los toque.
La persona que huye se anula, piensa que no es suficiente y por lo tanto desarrolla una personalidad perfeccionista y necesita sentirse aprobado por los demás para sentirse bien.
Las palabras más comunes que utilizan estas personas son: “nada”, como “sé que no valgo nada, los demás son más interesantes que yo” o “haz lo que quieras, a mí no me importa nada”, Otra palabra es “inexistente”, la cual es usualmente usada como respuesta a las preguntas: “¿Cómo es tu vida sexual? o ¿cómo es tu vida amorosa?”
Cuanto más profunda sea la herida de rechazo más atraerá circunstancias en donde sea o se sienta rechazada. Es posible que piense que lo que dice o lo que hace no tiene valor, y por lo tanto constantemente está dudando de sí mismo.
Si este es su caso, los pasos hacia la sanación implican aprender a tomar riesgos y tomar decisiones por sí mismo. Te molestará cada vez menos cada vez que alguien se aleje, y no lo tomarás como algo personal si alguien se olvida de ti por un momento.
La herida de RECHAZO se está sanando cuando tomas tu “lugar” cada vez más, cuando te atreves a afirmarte. Es importante recordar, que aunque parezca que alguien te olvida que existes, aún así lo importante es reconocer que tú estás bien. Poco a poco irás manejando el miedo y la ansiedad.
2 – El Abandono
El abandonar a alguien difiere un poco del rechazo, aunque a veces son confundidos no son lo mismo. La herida del abandono se da cuando alguien se aparta de esa persona, lo deja o no desea ya tener algo que ver.
La principal diferencia con la herida del abandono es que esta herida se ve dirigida hacia al hacer o tener y no directamente al ser, como en el caso del rechazo. Es decir, un niño puede sentirse abandonado cuando sus padres lo dejan en la guardería, o cuando sus padres salen a trabajar todos los días y no tienen tiempo para él, o cuando por alguna razón se ha quedado en el hospital.
En realidad, no existe un rechazo de los padres, más bien las circunstancias hacen que el niño pueda sentirse abandonado. Aunque de acuerdo a Lise Bourbeau las personas que sufren la herida de abandono, a su vez has sufrido la herida de rechazo. Quienes sufren la herida de abandono sienten que no son queridos.
La máscara que ocupan las personas que han sufrido abandono usualmente es la de dependencia. De estos cinco tipos de heridas, este caso son los más propensos a adoptar un papel de víctima. Con esto es posible que tengan muchos problemas de salud.
La frase que este tipo de personas utilizan es la de “Ya no aguanto más”.
La soledad es el peor enemigo de cualquiera que experimentó el abandono de niño pues están convencidos de no poder soportarla. Las personas que temen la soledad son más propensas a abandonar a sus socios y sus proyectos desde el principio, por temor a ser los abandonados. Las personas con miedo al abandono pueden pensar cosas como “Te dejaré antes de que puedas dejarme”, “nadie me apoya, no estoy preparado para apoyar a nadie más”, “si te vas, no volverás …”
Usualmente la gente que tiene esta herida sufren de falta de tono muscular. En pareja, el dependiente busca siempre el apoyo de la otra persona, tomarle la mano o tocarlo con frecuencia. Cuando se encuentra de pie, es posible que busque en donde apoyarse, ya sea contra la pared o una puerta, y cuando está sentado es difícil permanecer erguido.
Las personas que han experimentado el abandono en su infancia tendrán que trabajar en su miedo a la soledad, su miedo a ser rechazados y sus barreras invisibles contra el contacto físico.
Las heridas causadas por el abandono no son fáciles de reparar. Pero una vez que comienzas el proceso de sanación, las personas con estos miedos a menudo experimentan una mejora drástica: su miedo a la soledad desaparece y es reemplazado por un diálogo interno positivo y esperanzador.
La herida de ABANDONO está sanando cuando te sientes bien, incluso cuando estás solo, y necesitas menos atención de los demás. La vida es menos dramática. Cada vez tienes más ganas de emprender proyectos, e incluso si otros no te apoyan, puedes continuar.
El proceso de sanación no termina cuando las heridas ya no son visibles. Termina cuando las heridas ya no duelen.
3 – La humillación
El humillar involucra el acto de abatir el orgullo de alguien, herir el amor propio o la dignidad de alguien. Este sentimiento de humillación puede sentirlo un niño cuando piensa que sus padres se avergüenzan de él o temen que se avergüencen de él debido a cómo se ve o algo que haya hecho.
A las personas que fueron humilladas continuamente cuando eran niños les hace pensar que otras personas los desaprueban o los critican. Los padres fomentan este miedo en sus hijos diciéndoles que son “malos” o que son demasiado torpes o tontos, así como la forma en la que cuentan los problemas frente a otras personas haciéndolos sentir inadecuados o torpes. Todas estas cosas destruyen la autoestima de un niño.
Este miedo a menudo conduce al desarrollo de una personalidad masoquista. Como adultos, aquellos que fueron humillados de niños también podrían ser tiránicos y egoístas como mecanismo de defensa, e incluso tienden a humillar a otros como un escudo protector.
Esta es una de las heridas y por lo tanto un mecanismo de defensa, el masoquismo, más difícil de reconocer. Esto es porque para las personas que han adoptado esta máscara es más difícil de ver que es así por la misma vergüenza que la herida ha generado.
Es posible que este tipo de personas sufran de problemas de espalda, debido a que desea mantenerse firme y no ser controlado, por lo que suele cargar un peso grande sobre su espalda. El masoquista usualmente adopta una actitud en donde hace todo por todos, de alguna forma haciéndoles saber que no podrían hacer nada sin él. Es posible también, que pueda parecer muy controlador, pero esto viene del temor de sentir vergüenza ante sus prójimos o sí mismo.
Las personas que han adoptado la máscara de masoquista es frecuente que les cueste trabajo expresar sus verdaderas necesidades ya que no se atreven por temor a experimentar la vergüenza o avergonzar a alguien cercano.
Estas personas utilizan las palabras “pequeño” o los diminutivos muy frecuentemente en su vocabulario. Por ejemplo, “¿Tienes un minutito para mí?, “Una cucharita”, o “tengo una pequeña idea”.
La persona que ha sufrido esta herida de humillación tiende a culparse de todo e incluso sentir la carga de los demás. Y se sienten impotentes ante sus seres queridos cercanos.
Cualquier persona que sufra este tipo de experiencia debe trabajar en su independencia, libertad, prioridades y cómo comprender mejor sus necesidades y temores.
La herida de HUMILLACIÓN se comienza a sanar cuando se toma el tiempo de verificar sus necesidades antes de decir sí a los demás. Tomas menos cargas y te sientes más libre. Dejas de crear límites para ti mismo. También puedes pedir cosas sin sentir que estás siendo una molestia.
4 – La traición
La traición es violar la confianza o fidelidad de alguien. Cuando un niño es traicionado, principalmente por un padre que no ha cumplido una promesa, esto crea el temor de confiar en los demás. Esta tendencia a la desconfianza puede transformarse en envidia y otros sentimientos negativos, ya que uno puede sentirse indigno de lo que se prometió y de lo que otros tienen.
Cuando un niño comienza a vivir experiencias de traición se crea una máscara para protegerse, y esta máscara es la del controlador. Este comportamiento va dirigido a asegurarse de que él pueda mantener sus compromisos, ser fiel y responsable o garantizar que los demás mantengan sus respectivos compromisos.
El controlador desarrolla un cuerpo que exhibe fuerza, poder y parece decir “Yo soy el responsable, pueden confiar en mí”. En general, las personas que portan esta máscara, con frecuencia emanan un “mírenme”. La mirada suele ser intensa y seductora.
Aquellos que fueron traicionados a menudo como niños pueden crecer queriendo controlar a las personas pues necesitan que todo sea exactamente cómo lo desean. Es probable que sientan la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que con frecuencia justifican como parte de su carácter fuerte.
El controlador tiene una personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás acepten lo que él piensa. Se forma opiniones de forma rápida y desea a toda costa convencer a los demás. Utiliza con frecuencia la expresión “¿Me entiendes?” para asegurarse que se ha dado a entender correctamente.
Cuando las cosas no funcionan conforme a sus expectativas, es fácil que se vuelva agresivo aunque no lo parezca, pues tiene esa imagen de estar seguros de sí mismo. De los cinco tipos, este es el que más tiene altibajos en su estado ánimo. Le es difícil delegar y depositar su confianza en otros.
Estas personas tienden a confirmar sus errores a través de su comportamiento. Deben trabajar con paciencia, tolerancia y conocimiento, y deben aprender cómo estar solos y cómo delegar responsabilidades.
La herida de traición se comienza a sanar cuando ya no estás tan molesto si alguien o algo interfiere con tus planes. Te dejas ir más fácilmente. Me gustaría especificar que dejar ir significa dejar de apegarse a los resultados, dejar de querer que todo salga como se ha planeado. Ya no quieres ser el centro de atención. Cuando estás muy orgulloso de ti mismo después de lograr algo, puedes sentirte bien incluso si los demás no te reconocen.
5 – La injusticia
La injusticia es cuando una persona no se siente apreciada o respetada en su justo valor o cree no recibir lo que se merece. Este miedo se origina en entornos donde los principales cuidadores son fríos y autoritarios. El niño no puede integrar bien su individualidad y no puede expresarse. Durante la infancia, las demandas excesivas que superan los límites pueden producir sentimientos de ineficacia e inutilidad, que se perpetúan en la edad adulta.
La máscara para combatir esta herida es usualmente la rigidez. Este tipo de personas son más propensas a cruzarse de brazos para bloquear la región del plexo solar con la intención de no sentir. Usualmente tienen únicamente o en su mayoría ropa negra o muy oscura con la finalidad de no sentir.
La persona rígida procura la justicia y la exactitud a toda costa. Por lo que tiende a ser perfeccionista, como una forma de ser siempre justo. Este tipo de personas son más propensas a la envidia o sentir que los demás los envidian.
Físicamente, se pueden ver este tipo de personas por un cuerpo rígido y lo más perfecto posible, el cuerpo está bien proporcionado y los hombros derechos. Este tipo de personas son los que más temor tienen a subir de peso y hará todo lo posible por no engordar.
Una consecuencia conductual directa de la injusticia es la rigidez, y estas personas generalmente intentan ser muy importantes y adquirir mucho poder. Además, a menudo se desarrolla un fanatismo por el orden y la perfección, así como la incapacidad de tomar decisiones con certeza.
En sus explicaciones, el rígido desea que todos los detalles sean justos, por lo que utilizan expresiones como “siempre”, “nunca”, “muy”.
El temor a equivocarse es muy fuerte en este tipo de personas. Asimismo, estas personas son muy exigentes consigo mismas y tienen una capacidad enorme para controlarse a sí mismos e imponerse tareas.
Las personas que sufrieron injusticias en la infancia deben trabajar para reducir sus niveles de desconfianza y rigidez mental para ser más flexibles y permitirse confiar en los demás.
Conocer y reconocer estas cinco heridas del alma que pueden afectar nuestro bienestar, salud y capacidad para desarrollarnos como personas, nos permite comenzar a sanarlas.
La herida de INJUSTICIA se está sanando cuando te permites ser menos perfecto, cometer errores sin sentirte enojado o criticarte a ti mismo. Te permites mostrar tu sensibilidad, llorar frente a los demás sin perder el control y sin temer el juicio de los demás.
Cómo saber qué herida de la infancia tengo
Sanar las heridas
¿Cómo puedes sanar estas heridas? uno de los principales pasos es el de ser más consciente de ellas, es decir comenzar por reconocer y aceptar que estas heridas existen en ti. Como lo he platicado en los últimos posts, es importante hacer evidente aquello que no nos gusta, por ejemplo con el trabajo de la sombra, de acuerdo a la teoría de Carl Jung.
El reconocer este tipo de heridas, significa que abres un espacio para saber qué hay en tu interior, de qué forma puedes tú cambiar tu situación y mejorar tus experiencias.
El crear una máscara es algo humano y que en ese momento te ayudo a sobrevivir, es parte de cómo nuestro ego nos ayuda a sobrepasar situaciones y circunstancias que consideramos peligrosas, pero en este momento ya no es necesario continuar usando esos mecanismos que hoy merman tu existencia.
Si quieres acompañamiento y buscas trabajar tus heridas de manera holística, cuerpo, mente y espíritu te invito a que me contactes y juntos podemos sanar las heridas y los comportamientos que las acompañan.