La mayoría de nosotros no usaríamos la palabra trauma al contar nuestra historia. Es más, cuando hablamos de trauma lo primeo que viene a nuestra mente es todo lo asociado con desastres naturales, enfermedades, guerras, pérdidas u otros actos extremos de violencia. De hecho, algunos de nosotros que hemos sufrido abuso sexual o físico, nos decimos a nosotros mismso que no fue tan grave o dificilmente lo asociamos con trauma.
Sin embargo, hoy en día gracias a la neurociencia y el desarrollo de nuestro cerebro sabemos como las experiencias en la infancia crean nuestro sistema de creencias en la vida adulta, forman los esuqemas con los que nos relacionamos con otras personas y nuestra imagen propia y autoestima.
Lo cierto es que la mayoría de nosotros hemos experimentado algún grado de trauma en el proceso de crecimiento. Y lo bien o lo mal que hagamos frente a nuestras vidas hoy depende, en gran medida, de cuánto estemos dispuestos a reconocer y dar sentido a estos traumas.
Qué es el trauma o las heridas emocionales
Una herida emocional es un trauma emocional que se refiere a una experiencia negativa (o conjunto de experiencias) que causa dolor en un nivel psicológico profundo. Puede surgir de cualquier instancia impactante que nos haya hecho sentir mal, asustados, heridos o avergonzados.
Los traumas emocionales y psicológicos son el resultado de eventos extremadamente estresantes que nos hacen sentir que no estamos a salvo y desconectados de todos los que nos rodean. Nos dejan sintiéndonos indefensos, impotentes y abrumados. Muchas personas también experimentan sentimientos y recuerdos dolorosos, así como ansiedad que no desaparece.
Las heridas emocionales que hemos sufrido durante nuestra primera infancia crean distintos mecanismos de defensa y a su vez crean creencias negativas acerca de nosotros mismos y de cómo nos relacionamos con el mundo.
El trauma no resuelto es como una sombra que sigue nuestros pasos, oscureciendo cada rincón de nuestra vida. Mientras no enfrentemos las heridas del pasado, seguirán sangrando en el presente, distorsionando nuestras relaciones, debilitando nuestra salud mental y emocional, y limitando nuestra capacidad para encontrar la paz interior. Solo cuando nos atrevemos a enfrentar la oscuridad, podemos descubrir la luz que nos espera al otro lado del dolor.
Qué es el trauma no resuelto
Últimamente, escuchamos cada vez más acerca del trauma, y es importante saber en realidad el trauma no resuelto es lo que vemos en nuestras vidas adultas como comportamientos tóxicos, patrones negativos y una imagen propia negativa.
Lamentablemente, escuchamos día a día que el pasado hay que dejarlo en el pasado y tienes que olvidar o perdonar lo que te han hecho, pero el solo pensar positivo o ser agradecido no es suficiente para dejar de sufrir o cambiar nuestras vidas para sentirnos bien.
Es importante saber que cuando hemos sufrido traumas durante nuestra infancia, esto cambia nuestro cerebro tanto física como psicológicamente. Nos crea una imagen más negativa del mundo, y de nosotros mismos. Este trauma vive muy dentro de ti y te hace actuar de determinada forma aun sin saberlo.
Los recuerdos, incluso si son rechazados y no conscientes, están grabados en tu cuerpo, a través de tus síntomas, en tus relaciones no saludable y en la baja autoestima.
Muchos niños traumatizados sienten que siempre han estado solos y en la vida adulta sin darse cuenta se mantienen solos, sin permitirse pedir ayuda, sin permitirse ser vulnerables y pensar que alguien los pueda lastimar de la misma forma que fueron lastimados cuando eran pequeños.
El problema es que hoy en día todo lo queremos resolver con el pensar positivo, y por desgracia, sí, muchos terapeutas no son expertos en trauma infantil, por lo que muchas veces en el proceso de sanar, nos hacen sentir mal o avergonzados, como si lo único que necesitáramos para superar la depresión, la ansiedad o las adicciones fuera solo tener fuerza de voluntad. En realidad, lo que necesitamos es llegar al origen de los síntomas y comportamientos que el día de hoy deseas cambiar, es decir permitirte sentir tus emociones.
Cuando las raíces de nuestro trauma infantil continúan sin resolverse, los síntomas, la forma en la que vemos la vida y nuestros comportamientos parecen ser nuestra personalidad o algo que nos es muy difícil cambiar. Pero el estrés que causa un trastorno emocional o un evento que sirve como un recordatorio demasiado cercano al trauma original o situación en donde nos sentíamos altamente estresados puede regresarte a las experiencias originales y a sentir nuevamente la necesidad de protegerte, sin que seas consciente o sin que seas capaz de decidir actuar de forma diferente.
Cómo identificar que tienes trauma no resuelto
Muchas personas ignoran los traumas del pasado o tratan de enfrentarlos sin llegar realmente a una resolución, a mí me pasó que por mucho tiempo pase “resolviendo” el pasado negándolo, lo que me hizo desarrollar aun más trauma al no atender mis necesidades emocionales, además de no poder conectar realmente con mi emociones.
Cuando cargamos con el trauma, lo podemos ver de muchas formas distintas. Algunos de estos puntos que te voy a platicar están relacionados con la investigación realizada acerca de las Experiencias Adversas en la Infancia y su impacto en la salud física, emocional y mental.
Aquí te menciono algunas de las señales más comunes que pueden indicar que estás reprimiendo el trauma:
1. Recuerdos intrusivos:
Los recuerdos del evento traumático pueden aparecer repentinamente en tu mente, sin previo aviso, y pueden ser tan vívidos que te transportan de vuelta al momento del trauma. Estos flashbacks pueden ser desencadenados por estímulos en tu entorno que te recuerden el evento traumático, y pueden causar una intensa angustia emocional.
2. Pesadillas recurrentes:
Durante el sueño, tu mente puede revivir el trauma a través de sueños angustiantes y vívidos. Estas pesadillas pueden despertarte en medio de la noche, provocando un miedo intenso y dificultando tu capacidad para descansar adecuadamente.
3. Hipervigilancia:
Te sientes constantemente en alerta máxima, como si estuvieras esperando constantemente que ocurra otra situación traumática. Esta hipervigilancia puede hacer que te sientas nervioso/a, irritable y agotado/a, ya que tu cuerpo y tu mente están constantemente en un estado de alerta.
4. Evitación de estímulos asociados:
Para evitar revivir el trauma, es posible que evites deliberadamente cualquier cosa que te recuerde el evento traumático. Esto puede incluir evitar lugares, personas, conversaciones o actividades que puedan desencadenar recuerdos dolorosos.
5. Cambios en el estado de ánimo:
Experimentas cambios emocionales significativos que pueden ser difíciles de controlar. Puedes pasar de sentirte abrumadoramente triste o ansioso/a a sentirte irritado/a o desesperado/a en cuestión de minutos, especialmente cuando algo te recuerda el trauma.
6. Hiperactividad emocional:
Tus emociones pueden ser abrumadoras y difíciles de controlar. Puedes experimentar ráfagas repentinas de ira, miedo o tristeza que parecen surgir de la nada, lo que puede resultar en comportamientos impulsivos o explosivos.
7. Aislamiento social:
Te sientes desconectado/a de los demás y puede resultarte difícil confiar en quienes te rodean. Esto puede llevarte a aislarte socialmente, evitando el contacto con amigos, familiares o compañeros de trabajo, ya que temes ser vulnerable o ser herido/a nuevamente.
8. Problemas de salud física:
El estrés y la tensión emocional asociados con el trauma pueden manifestarse en síntomas físicos como dolores crónicos, problemas gastrointestinales, dolores de cabeza frecuentes o problemas para conciliar el sueño. Estos síntomas pueden afectar tu calidad de vida y contribuir a un ciclo de malestar emocional y físico.
9. Dificultades en las relaciones:
Las experiencias traumáticas pueden afectar tus habilidades para establecer y mantener relaciones saludables. Puedes tener dificultades para confiar en los demás, para expresar tus necesidades o para establecer límites saludables, lo que puede afectar negativamente tus relaciones personales y profesionales.
Es posible que te encuentres atrapado/a en relaciones que son emocionalmente abusivas o manipuladoras, donde tus límites personales son constantemente violados y tu bienestar emocional es sacrificado en aras de mantener la relación. Estas relaciones pueden exacerbar el trauma no resuelto y dificultar tu proceso de sanación.
10. Autoestima y autocrítica negativa:
Después de un trauma, es posible que te culpes a ti mismo/a por lo que sucedió o que te sientas avergonzado/a o culpable por las circunstancias que rodearon el evento traumático. Esto puede afectar tu autoestima y hacerte sentir indigno/a de amor, aceptación o apoyo de los demás.
11. Codependencia:
Puedes encontrar que tiendes a poner las necesidades de los demás por encima de las tuyas propias, sacrificando tu bienestar emocional en aras de mantener la armonía en tus relaciones. Esto puede llevarte a sentirte atrapado/a en relaciones codependientes, en las que tu sentido de valía personal está ligado al cuidado y la atención que recibes de los demás.
12. Enfermedades mentales:
El trauma no resuelto puede contribuir al desarrollo de enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), trastornos de la alimentación u otras condiciones psicológicas. Estas enfermedades pueden afectar tu bienestar general y tu calidad de vida, requiriendo intervención profesional para abordar y tratar adecuadamente.
Algunos consejos para comenzar a sanar el trauma
La mayoría de nosotros no usaríamos la palabra trauma al contar nuestra historia. Podemos asociar el trauma con desastres naturales, enfermedades, guerras, pérdidas u otros actos extremos de violencia. A menos que hayamos sufrido abuso sexual o físico, o incluso si lo hemos hecho, podemos decirnos a nosotros mismos que no fue tan grave o ni siquiera nos permitimos decir que fue trauma. Pero como lo vimos anteriormente, trauma es cualquier experiencia impactante que nos haya hecho sentir mal, asustados, heridos o avergonzados.
Para un niño, incluso los pequeños rechazos pueden parecer una amenaza de vida o muerte, ya que dependemos de nuestros padres para sobrevivir. Podemos pensar que cuando nuestra madre se olvido de recogernos en la escuela o llegó muy tarde fue parte normal (y sin importancia) de nuestra infancia, pero esa experiencia pudo haber sido internalizada de forma que te hace sentir como si no fueras importante o que debes de hacerte cargo de ti mismo, con una autosuficiencia poco saludable en tu vida adulta.
Los niños rápidamente interiorizan o se culpan a sí mismos por los eventos traumáticos que experimentan. Frecuentemente, como niños terminamos sintiéndonos culpables por experiencias que estaban totalmente fuera de nuestro control, por ejemplo, el enojo o tristeza de alguno de nuestros padres, el abuso físico o emocional o la negligencia de nuestros cuidadores. Para un niño la necesidad de conexión es mucho más importante, a nivel biológico, que el conservar nuestra autenticidad, así que es más fácil que un niño aprenda que la falla esta en si mismo, en lugar de pensar que sus padres no son confiables o nos lastiman porque no pueden regular sus emociones.
Llevamos estas creencias, actitudes y orientaciones a nuestra vida adulta y luego, sin saberlo, las replicamos en nuestras relaciones.
Para comenzar a sanar nuestras heridas y traumas emocionales, un tipo de meditación que te puedo recomendar es la de “LLUVIA” (RAIN por sus siglas en inglés) creada por Tara Brach que nos puede ayudar a lidiar conscientemente con estos factores desencadenantes.
“Darle sentido a tu vida a través de comprender tu pasado para liberar tu presente y empoderar tu futuro”. Dr. Siegel
Algunas de las cosas que te pueden ayudar a comenzar a sanar tu sistema nervioso y liberar las emociones atrapadas:
1. Reconocer
Frecuentemente, este es uno de los pasos más difíciles, no es fácil reconocer que las personas que mas amas, son las personas que nos lastimaron. O tal vez estamos tan enfocados en huir del pasado que nos cuesta trabajo mirar atrás para reconocer cuál es la verdadera causa de nuestro malestar presente.
Haz una pausa y observa qué estás sintiendo.
Usualmente esta es la mejor forma para darnos cuenta cómo te estás sintiendo y reconocer que hay algo que no marcha bien.
2. Aceptar / reconocer / permitir
Trata de sentarte con tus emociones, solo déjalas surgir. Date cuenta cómo se siente en tu cuerpo, sin juzgar, sin tratar de eliminarla. Solo nótala.
Nota sensaciones, imágenes, sentimientos y pensamientos.
3. Investigar / Explorar
Comienza a investigar tu experiencia interna.
Gabor Maté tiene un concepto que yo utilizo mucho dentro de mis sesiones, y que es importante desarrollar, el de exploración compasiva.
Cuando exploramos compasivamente, no tratamos de juzgar o cambiar, más bien nos preguntamos, ¿por qué me siento así?, ¿qué me llevo a actuar de esta forma?
Esto nos llevará aun más profundo, haciéndonos notar que hay algo más debajo de esas emociones, debajo de esas reacciones.
4. No identificación
El cuarto punto consiste en evitar que los pensamientos, sentimientos o experiencias te definan. Si surge un recuerdo, recuerda que el recuerdo no te está sucediendo ahora y no define quién eres.
Tu reacción no te define. Comienza a ver esas reacciones, pensamientos, sentimientos como una forma en la que tu cuerpo y tu mente te protegieron. No son tú.
Conclusión
Cuando aprendemos a acercarnos a nuestros recuerdos con calma y curiosidad, es menos probable que reaccionemos juzgándonos o criticándonos. Esta forma de explorar nos permite comenzar a notar nuestros desencadenantes y nuestros comportamientos que surgieron como protección o manejo de esas emociones tan fuertes.
El Dr. Daniel Siegel, uno de los profesores clínicos más reconocidos por sus investigaciones en el desarrollo del cerebro en niños, nos recomienda crear una narrativa coherente. Todos tenemos una narrativa de nuestro pasado, a través de nuestra exploración compasiva podemos comenzar a darle sentido a nuestra vida cuando nos permitimos ver hacia nuestro pasado para comprenderlo, con esto podemos entender mejor cómo nuestro pasado informa nuestro estado actual, nuestras decisiones, la forma actual en la que vemos al mundo.
Dar sentido a estas experiencias desde este punto de vista más compasivo nos ayuda a mejorar nuestras relaciones, como padre o pareja y hasta en lo laboral. De lo contrario, continuaremos repitiendo los mismos modelos de apego con los cuales crecimos y seguiremos proyectando nuestras creencias en las otras personas.
“Crear una narrativa coherente ayuda a promover la regulación emocional. Desarrolla y mejora las nueve funciones importantes de la corteza prefrontal, que incluyen la regulación de nuestro cuerpo, el equilibrio emocional, la comunicación sintonizada y la flexibilidad de respuesta, la intuición, la empatía, la modulación del miedo, la perspicacia y la moralidad. También puede ayudarnos a formar vínculos más saludables.” (Lisa Firestone, Ph.D.)
Mucho escuchamos acerca de que no podemos cambiar el pasado, “deja de ver al pasado”, “aléjate lo más que puedas del pasado”, “perdona y olvida”, considero que esta actitud solo nos lastima y nos aleja más de sanar y atender el verdadero origen de nuestras relaciones poco sanas, aun con nosotros mismos.
Si no miramos al pasado para explorarlo, solo nos aferramos a creencias negativas sobre nosotros mismos, continuamos repitiendo las mismas relaciones, y los mismos patrones que no nos ayudan a sentirnos bien y lograr lo que deseamos. La investigación sobre el apego nos enseña que no es lo que nos sucedió, sino cuánto hemos sentido y experimentado el dolor total de nuestra infancia lo que afecta la forma en que nos relacionamos hoy. De niños, nuestra historia ha moldeado nuestros esquemas, en los individuos en los que nos hemos convertido, pero gracias a la neurociencia sabemos que esto puede cambiar.
Podemos moldear nuestra historia, darle sentido y cambiar nuestro presente.
Sin lugar a dudas, no podemos cambiar lo que nos sucedió, pero sí podemos cambiar la forma en la que lo vemos, y con esto cambiar nuestro futuro.
0 comentarios