Las primeras experiencias de nuestra vida importan más de lo que solemos imaginar. Lo que vivimos en la infancia no solo moldea cómo vemos el mundo, sino también cómo sentimos, pensamos y reaccionamos en el día a día.
Las Experiencias Adversas en la Infancia (ACEs, por sus siglas en inglés) son esos momentos difíciles que nos marcan. Desde el abuso o la negligencia, hasta crecer en un entorno lleno de estrés, estas experiencias no son solo recuerdos. Son huellas profundas que impactan nuestro desarrollo físico, emocional y mental.
Pero aquí hay algo importante: entender estas experiencias no significa quedarnos atrapados en ellas. Significa aprender cómo nos han afectado para poder sanar y crear algo diferente.
En este artículo, exploraremos qué son las ACEs, cómo afectan el cerebro y la salud a lo largo de la vida, y por qué es tan importante hablar de ellas. Porque aunque el trauma puede dejar cicatrices, también existe un enorme potencial de sanación.
¿Qué son las Experiencias Adversas en la Infancia?
El término “ACE” es un acrónimo de Experiencias Adversas en la Infancia por sus siglas en inglés. Las experiencias adversas son eventos estresantes o traumáticos que ocurren durante la niñez y que pueden tener un impacto duradero en el desarrollo físico, emocional y cognitivo de los niños/as.
Estas experiencias pueden variar desde la negligencia y el abuso emocional hasta el abuso físico, el divorcio de los padres y la exposición a la violencia doméstica.
En el estudio original de ACEs, se definieron 10 experiencias adversas principales, agrupadas en tres categorías: abuso, negligencia y disfunción en el hogar.
- Abuso emocional: ser menospreciado, humillado, insultado o degradado regularmente, todo lo cual puede llevar a temer por su seguridad física.
- Maltrato físico: ser golpeado, empujado, agarrado, etc., con fuerza suficiente para lesionar o dejar marcas.
- Abuso sexual: ser forzado a participar en una interacción sexual.
- Madre tratada con violencia: madre o madrastra sometida a violencia por parte de una pareja masculina.
- Negligencia emocional: falta de amor y apoyo.
- Descuido físico: falta de necesidades físicas y necesidades básicas como comida, vivienda o ropa; incompetencia de los padres.
También se incluyen aspectos del entorno del niño que pueden socavar su sentido de seguridad, estabilidad y vínculo, como crecer en un hogar con:
- personas con problemas con uso de sustancias (drogas, alcohol, etc)
- personas con problemas de salud mental como depresión
- inestabilidad debido a la separación de los padres o miembros del hogar que están en la cárcel o prisión
El día de hoy se ha reconocido que existen muchos otros tipos de trauma infantil como sufrir: racismo, intimidación o bullying, ver a un hermano siendo abusado, perder a un cuidador (abuela, madre, abuelo, etc.), falta de vivienda o de recursos económicos, sobrevivir y recuperarse de un accidente grave, presenciar a el abuso de uno de sus padres, participación en el sistema de crianza social, etc.
El Estudio ACE incluyó solo 10 traumas infantiles que aparecen en el cuestionario ACE porque fueron mencionados como los más comunes por un grupo de aproximadamente 300 miembros del Instituto Kaiser.
No hay que olvidar que existen muchas otras experiencias que pueden llevar a un trauma emocional en un niño y que pueden afectar su salud y bienestar sin importar si se encuentra en esta lista o no.
Hoy sabemos que el trauma no solo se trata de lo que sucede, sino de cómo lo experimentamos. No todas las experiencias adversas tienen el mismo impacto, y lo que puede ser traumático para un niño, podría no serlo para otro. Esto depende de factores como el apoyo emocional, la capacidad de resiliencia y la sensibilidad del sistema nervioso del niño.
Reconocer estas experiencias es el primer paso para sanar. Porque, aunque las ACEs nos marquen, también tenemos la capacidad de regular nuestro sistema nervioso, construir relaciones saludables y reescribir la historia que nuestro cuerpo y mente han cargado por tanto tiempo.
El estudio ACE:
En la década de los 80s, el Dr. Vincent Felitti dirigía una clínica de obesidad en San Diego. Observó que muchos pacientes, a pesar de lograr una notable pérdida de peso, abandonaban el programa y recuperaban rápidamente los kilos perdidos. Intrigado por este patrón, Felitti decidió investigar más a fondo. Al entrevistar a cerca de 200 de estos pacientes, descubrió una tendencia inquietante: una proporción significativa había sufrido abuso sexual durante su infancia. Algunas mujeres expresaron que su aumento de peso les proporcionaba una sensación de protección, ayudándolas a evitar avances sexuales no deseados. Stop Public Health
Este hallazgo llevó a Felitti a profundizar en la relación entre las experiencias adversas en la niñez y los problemas de salud en la adultez. Junto con el Dr. Robert Anda, del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), iniciaron el Estudio de Experiencias Adversas en la Infancia (ACE Study). Analizaron las historias de vida de más de 17,000 adultos y encontraron una correlación directa: a mayor número de experiencias adversas en la infancia, mayor riesgo de desarrollar problemas de salud física y mental en la vida adulta. PubMed
Este descubrimiento reveló que las ACEs tienen un efecto acumulativo. Una sola experiencia adversa ya puede tener impacto, pero vivir varias aumenta significativamente las probabilidades de enfrentar problemas físicos, emocionales y mentales en el futuro.
Hoy sabemos que este estudio fue solo el comienzo. Desde entonces, se han realizado numerosas investigaciones en todo el mundo que confirman lo que Felitti y Anda observaron: las ACEs no solo afectan la infancia sino que marcan el camino hacia la adultez.
Adicionalmente, el día de hoy nos podemos dar cuenta que las ACEs no discriminan. Afectan a personas de todas las edades, culturas y clases sociales. Sin embargo, los entornos de pobreza y desigualdad suelen exponer a los niños a un mayor número de experiencias adversas.
Hablar de las ACEs es más que entender el trauma. Es reconocer el impacto que tiene en nuestras vidas y abrir la puerta a la sanación.

Las ACEs y el Cerebro en Desarrollo
Durante la infancia, el cerebro está en su etapa más moldeable. Las experiencias que vivimos en esos años tienen un impacto profundo, porque es cuando se construyen las bases de cómo percibimos el mundo, regulamos nuestras emociones y respondemos al estrés.
Cuando un niño experimenta ACEs, su sistema nervioso se adapta para sobrevivir. Estas adaptaciones, aunque útiles en momentos de peligro, pueden interferir con el desarrollo natural del cerebro. Las ACEs afectan principalmente tres áreas clave:
- La amígdala: Se encarga de detectar amenazas. Las experiencias adversas hacen que esté en constante alerta, reaccionando de forma exagerada incluso a pequeños estímulos.
- El hipocampo: Relacionado con la memoria y el aprendizaje. El estrés prolongado puede disminuir su tamaño, dificultando la capacidad para procesar información nueva o recordar.
- La corteza prefrontal: Responsable de la toma de decisiones y el control emocional. Las ACEs pueden alterar su desarrollo, haciendo que sea más difícil concentrarse, resolver problemas o manejar emociones intensas.
El cerebro de un niño se desarrolla con base en patrones. Si el entorno enseña al cuerpo que siempre está en peligro, esos patrones se vuelven la norma. Esto puede resultar en respuestas de supervivencia como ansiedad constante, hipervigilancia o desconexión emocional.
Lo más importante es entender que estas respuestas no son defectos, sino adaptaciones. Sin embargo, no están diseñadas para ser permanentes. Con el tiempo, si estas adaptaciones no se regulan, pueden contribuir a problemas de salud física, mental y emocional en la adultez.
Comprender cómo las ACEs afectan el cerebro es clave para empezar a sanar. Saber que estas respuestas tienen una raíz en nuestro desarrollo nos ayuda a abordarlas con compasión y a trabajar en herramientas para reequilibrar nuestro sistema nervioso.

De la Infancia a la Vida Adulta: Consecuencias de las ACEs en la Salud
Las Experiencias Adversas en la Infancia (ACEs) no solo afectan el presente; sus huellas pueden perdurar durante toda la vida. Las investigaciones han demostrado que las personas que han experimentado múltiples ACEs tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud física y mental en la adultez. Children’s Hospital
Impacto en la Salud Física
El estrés crónico causado por las ACEs puede alterar el funcionamiento normal del cuerpo. Esto puede manifestarse en:
Enfermedades cardiovasculares: La exposición prolongada al estrés puede aumentar la presión arterial y el riesgo de enfermedades del corazón.
Trastornos metabólicos: Existe una mayor probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2 y obesidad.
Problemas gastrointestinales: El estrés puede contribuir a afecciones como el síndrome del intestino irritable.
Impacto en la Salud Mental
Las ACEs también están vinculadas a diversos trastornos mentales, tales como:
Trastornos de ansiedad y depresión: La exposición temprana al trauma puede alterar la regulación emocional, aumentando el riesgo de estos trastornos.
Trastornos de la conducta alimentaria: Las personas con múltiples ACEs tienen más probabilidades de desarrollar conductas como la bulimia o la anorexia.
Trastornos de estrés postraumático (TEPT): La vivencia de traumas en la infancia puede predisponer a desarrollar TEPT en la adultez.
Comportamientos de Riesgo
Además de los problemas de salud, las ACEs pueden influir en la adopción de comportamientos de riesgo, como:
Consumo de sustancias: Mayor propensión al abuso de alcohol, tabaco y drogas.
Conductas sexuales de riesgo: Aumento de comportamientos sexuales sin protección o múltiples parejas.
Violencia interpersonal: Mayor probabilidad de involucrarse en relaciones abusivas o violentas.
Importancia de la Intervención Temprana
Comprender la relación entre las ACEs y la salud a largo plazo es esencial. La intervención temprana y el apoyo adecuado pueden mitigar estos efectos. Programas de apoyo emocional, terapia y comunidades solidarias juegan un papel crucial en la sanación y prevención de consecuencias a largo plazo.
Reconocer el impacto de las ACEs nos permite tomar medidas para sanar y construir una vida más saludable y equilibrada. La sanación es posible, y cada paso hacia ella es valioso.
Para profundizar en este tema, te invito a ver el siguiente video que explica las ACEs y su impacto en la salud:
El estrés es parte de nuestras vidas
Y como parte de este artículo quiero también tocar el tema del estrés, pues pareciera que lo que deseamos es crecer en un mundo sin estrés, pero esto no es necesariamante cierto. El estrés forma parte de nuestras vidas y todos hemos experimentado el estrés pero es importante aclarar que el estrés no es algo malo. En muchos casos y con un buen soporte emocional y relacional el estrés nos puede ayudar a desarrollar la resiliencia. Pero hablemos un poco de los tipos de estrés y cuáles se pueden convertir en estas experiencias adversas.
El estrés nos puede ayudar a salir de nuestra zona de confort y crecer, pero el estrés tóxico, el estrés crónico nos mantiene en estado supervivencia, especialmente si lo experimentamos en nuestra infancia.
- El estrés bueno son esas situaciones que presentan un reto pero sin abrumarnos. Por ejemplo, cuando nos estresamos por un examen, nuestro sistema nervioso puede ir al estado de lucha o huida pero en cuanto el examen termina, podemos regresar a nuestra regulación.
- El estrés tolerable involucra cambios en nuestro sistema nervioso que nos lleva a lucha o huida, pero que con el acompañamiento de un adulto seguro nos permite regresar a una regulación. Esto puede ser cualquier tipo de eventos que la vida nos presente, que con el acompañamiento adecuado o con la habilidad de autorregulación nos permite salir del modo supervivencia.
- El estrés tóxico es tan abrumador, tan severo o crónico que nos deja viviendo en supervivencia por mucho tiempo, es como si nuestro sistema de alerta se quedará prendido la mayor parte del tiempo, ya sea en lucha o huida o en congelamiento. Pequeñas cosas desatan una respuesta intensa, como si fueran de vida o muerte.
Estrés tóxico puede llevar a la adversidad
Las EAIs y otros aspectos sociales que pueden impactar las salud, como vivir en vecindarios de escasos recursos o segregados racialmente o donde constantemente te sientas en peligro, el mudarse con frecuencia o el experimentar pocos recursos para alimentarse, pueden causar estrés tóxico (estrés prolongado).
El estrés tóxico es lo que afecta negativamente el desarrollo del cerebro, los sistemas inmunológicos, metabólico, sistemas reguladores, sistema cardiovascular y los sistemas de respuesta al estrés de los niños. Estos cambios pueden afectar la atención, la toma de decisiones y el aprendizaje de los niños, y no solo eso, afectan la autoestima, la imagen propia y la forma en la que nos relacionamos.
El experimentar estas experiencias adversas desencadena todos estos sistemas de respuesta al estrés que interactúan entre sí. Cuando un niño experimenta múltiples EAIs a lo largo del tiempo, especialmente sin relaciones de apoyo con adultos para brindar protección, apoyo o la forma para procesar las emociones, las experiencias desencadenarán una respuesta de estrés excesiva y duradera, que puede tener un efecto de desgaste en todos nuestros sistemas.
Los niños que crecen con estrés tóxico pueden tener dificultades para formar relaciones sanas y estables. También pueden tener antecedentes laborales inestables en la edad adulta y luchar con las finanzas, el trabajo y la depresión a lo largo de la vida. Estos efectos también pueden transmitirse a sus propios hijos. Algunos niños pueden enfrentar una mayor exposición al estrés tóxico por traumas intergeneracionales y continuos debido al racismo sistémico o los impactos de la pobreza como resultado de oportunidades educativas y económicas limitadas.
¿Por qué es crucial comprender el impacto de las EAIs?
Entender las Experiencias Adversas en la Infancia (EAIs) es esencial para reconocer cómo afectan nuestra salud y bienestar a largo plazo. Este conocimiento nos permite:
- Identificar patrones de comportamiento: Reconocer respuestas automáticas originadas en la infancia nos ayuda a comprender nuestras reacciones actuales.
- Romper ciclos de trauma: Al identificar las ACEs, podemos trabajar para sanar y evitar que se transmitan a las futuras generaciones.
- Promover la resiliencia: Conocer el impacto de las ACEs nos permite desarrollar estrategias para fortalecer nuestra capacidad de recuperación.
- Fomentar comunidades más saludables: Al comprender las ACEs, podemos crear entornos que apoyen el bienestar y la sanación colectiva.
La conciencia sobre las ACEs es el primer paso hacia la sanación. Nos brinda las herramientas para entendernos mejor y tomar decisiones que promuevan nuestra salud y felicidad.
Abordando las ACEs desde una Perspectiva de Trauma y Somática
Abordar las ACEs requiere un enfoque integral que reconozca la interconexión entre el cuerpo, la mente y el entorno social de los individuos. Desde una perspectiva de trauma y somática, es importante ofrecer intervenciones que aborden tanto los aspectos físicos como emocionales del trauma y promuevan la sanación integral.
Esto puede incluir terapias somáticas, como la terapia corporal, la terapia artística o la terapia de juego, que ayudan a los niños/as a procesar y liberar la energía del trauma almacenada en el cuerpo. También es importante proporcionar un entorno seguro y de apoyo donde los niños/as puedan expresar sus emociones, desarrollar habilidades de afrontamiento saludables y reconstruir relaciones seguras y afectuosas con los cuidadores y otros adultos de confianza.
Además, es fundamental abordar los factores sociales y económicos subyacentes que contribuyen a las ACEs, como la pobreza, el desempleo, la falta de vivienda y la falta de acceso a servicios de salud y educación de calidad. Esto puede implicar políticas y programas que fortalezcan a las familias, promuevan la equidad y la justicia social, y aborden las disparidades sociales y económicas que perpetúan el ciclo de la adversidad infantil.
Conclusión
Las experiencias adversas en la infancia tienen un impacto profundo y duradero en la salud y el bienestar de los individuos, así como en la sociedad en su conjunto. Al abordar las ACEs desde una perspectiva de trauma y somática, podemos ofrecer intervenciones efectivas que promuevan la curación, la resiliencia y el bienestar integral de los niños/as y sus familias. Es fundamental reconocer la importancia de prevenir las ACEs y promover entornos seguros y saludables donde todos los niños/as puedan crecer y prosperar.
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